Breve excursión al pasado

Breve excursión al pasado

El grupo de Humanidades de Sahagún salió del instituto a la 7:30 de la mañana después de meterse el madrugón del siglo. Estábamos emocionados y a la vez sobrecogidos. Pero, sobre todo, estábamos ansiosos por llegar a nuestro destino.

Hicimos una pequeña parada alrededor de las 8:30 donde algunos pudimos tomar un café que quemaba como el fuego, pero la mayoría estaban dormidos y no salieron del autobús. Sobre las 10:15 hicimos la segunda parada para otro café y ya pudimos estirar las piernas con más detenimiento. Pasadas las 11:00 continuamos y ya no paramos hasta llegar a Mérida.

Llovía, llovía muchísimo y tuvimos que preguntar a los lugareños por el Hostal Emeritae. No era muy lujoso, pero sí bastante acogedor. Llegamos a él empapados y cuando por fin nos dieron las tarjetas para acceder a las habitaciones fuimos a cambiarnos.

Por la tarde continuaba lloviendo y no parecía que fuera a escampar pronto. Esperamos en la entrada a que abrieran las puertas del teatro mientras algunos iban a comprar paraguas. El antiguo Teatro de Mérida, previamente visto en clase, cuenta con ocho vomitorios. Nosotros accedimos a él atravesando el número seis. Todos los asientos de roca estaban reformados con una especie de metal que simulaba la roca.

Mientras ocupábamos nuestros lugares, Almudena fue a comprar bolsas de basura para poder sentarnos e Itziar nos vigilaba, pues la lluvia no cesaba. Tardó un siglo, pero volvió y la obra comenzó.

Se trataba de Amphitruo, es decir, Anfitrión en castellano, una comedia de Plauto. El argumento se basa en que Júpiter, el Dios Supremo, desciende a la tierra para acostarse con Alcmena mientras su marido, Anfitrión, está en la guerra. Júpiter toma la apariencia de Anfitrión y Mercurio la de Sosias, el esclavo. Alcmena se conmueve con las histerias de su falso esposo sobre la guerra y le regala una noche de amor. Cuando los verdaderos Anfitrión y Sosias llegan se produce tal confusión que los mortales dudan de su propia identidad. La obra finaliza con el anuncio del nacimiento de dos mellizos, el hijo de Anfitrión y el de Júpiter.

Después vimos el Anfiteatro dando un largo paseo. Al fin había dejado de llover.

Acto seguido, tuvimos el ansiado tiempo libre por Mérida para ir de compras. Salió el sol y todos nos dispersamos en pequeños grupos. Algunos no se decidían a comprar unos recuerdos u otros, pero antes o después acabamos todos comprando algo.

Llegó la hora de visitar las antiguas ruinas de la ciudad. El grupo quedó en la entrada del hostal. Algunos llegaron tarde… Este tipo de construcciones colosales romanas hacen que nosotros veamos de lo que los romanos eran capaces de hacer con menos de la mitad de la tecnología con la que contamos en la actualidad y, sin embargo, la gran mayoría durarán cuatro veces más que las edificaciones contemporáneas.

Continuamos la visita paseando por las estrechas calles adoquinadas de Mérida, en algunas se diferenciaban las aceras únicamente gracias al color de los adoquines. Llegamos al río, sobre el cual se extiende un larguísimo puente.

Finalmente, pudimos dispersarnos un rato hasta la hora de la cena, que tuvo lugar en el restaurante situado enfrente del hostal. Después de tomar asiento empezaron a servir el primer plato, dependiendo de lo que cada uno hubiéramos pedido. Había entremeses ibéricos, ensaladas,… Los segundos estaban aún mejor que los primeros, teníamos croquetas, solomillo, filetes, bacalao,…

Pero lo mejor con diferencia fue el postre. O Deus meus! La mousse del limón. Decir que estaba deliciosa es quedarse corto, muy corto. Aplaudimos con entusiasmo al creador de tan magnífica obra culinaria y pedimos la receta, pero nos fuimos sin ella.

Al día siguiente nos tocó un desayuno más bien pobre. Después fuimos al Museo Romano de Mérida. Era inmenso. Todo lo que duerme en él tiene tanta historia como el teatro.

Los grandes mosaicos mostraban la riqueza de las familias patricias de la Antigua Roma. Acostumbraban a representar escenas de cacería o formas geométricas.

Después de hacer compras en la tienda de regalos del museo, nos fuimos. Tocaba una hora de autobús hasta Cáceres. Después de un pequeño paseo hasta la plaza, nos separamos en pequeños grupos para explorar la ciudad. Vimos el Casco Histórico de la ciudad y volvimos a ir de compras. Pequeños recuerdos que al verlos en tu casa hacen que tu mente regrese a estos lugares tan maravillosos.

Después una visita exprés a Cáceres pusimos rumbo a Salamanca. Aproximadamente una hora y media que se hizo muy larga.

Aparcamos frente a la Casa Lis y visitamos el Huerto de Calixto y Melibea. En el pozo hay candados que colocan las parejas en señal de amor, sin embargo, cada cierto tiempo el ayuntamiento los quita. Corre el rumor de que al quitarlos las parejas rompen.

Por desgracia, en la Plaza Mayor de Salamanca volvió a llover.

Esta es la Universidad de Salamanca. En su fachada hay una pequeña ranita. Se dice que el que la encuentre tendrá éxito en sus estudios.

              ¿Quién será el afortunado?

¡¡A BUSCAR!!                                                     

¿Ya la habéis encontrado?

En fin, si la respuesta es negativa tendréis que conformaros con una de estas:

A eso de las nueve salimos de Salamanca dirección Sahagún. Las tres horas de viaje restantes se hicieron eternas.

Lo que está claro es que las excursiones de Humanidades son fantásticas. Los de Segundo de Bachillerato de Humanidades hemos pactado entre nosotros que el año que viene, aunque no estemos aquí, iremos a la próxima excursión, sea donde sea. Bueno… hemos oído rumores sobre…

Lo dejamos a vuestra imaginación.

BUEN VIAJE.

Autor/a: Adrián Urce

Editor/a: Marina Vega Llorente

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