EL SEXTO SENTIDO
El hombre bautizó a la imaginación como “sexto sentido” porque esta es vital para algunas cosas de esta vida, principalmente para vivir.
En diversas ocasiones un anciano, que no gozaba del don de la vista después de perderla en un accidente a la edad de 15 años, sufriendo daños físicos en toda la cara, siendo ciego y empleando principalmente el sentido del tacto para poder recordar las diferentes realidades, seres u objetos del mundo a su alrededor, propuso un día a sus jóvenes hijos ir al zoo.
Una vez dentro de este, el anciano, que temía perderse en el lugar, empezó a visitar cada animal uno por uno. En primer lugar, visitó al cuervo, un animal solitario que simbolizaba la muerte, intriga y curiosidad. El hombre pidió explícitamente tocar al animal con las dos manos para poder sentirlo profundamente y dejar volar su secreta imaginación. A continuación, visitó a la jirafa, un animal que él ya había visto años atrás con su difunto padre. Este animal le producía envidia desde su niñez, por su capacidad de ver literalmente el mundo desde diversos puntos de vista y conocer una visión más elevada de la realidad sin perder en ningún caso la conexión con el mundo real. La jirafa era un animal con el cual él, por lo que recordaba de este, se identificaba por el motivo de que ese ser tenía algo diferente a los demás y él mismo se sentía orgulloso de eso. En tercer lugar, visitó a la cebra, un animal maravilloso que le atraía por su equilibrio, agilidad y singularidad en el mundo de los animales. La cebra era el animal preferido de su madre y por eso le traía buenos recuerdos de los cuentos nocturnos que le contaba. Continúo visitando los diferentes animales que habitaban en aquel lugar, pero, tras dejarse llevar por los sonidos que producía cada espacio del zoológico, percibió que se había perdido de sus hijos y que probablemente ellos no se habían dado cuenta. El anciano dejó que su oído se agudizase para poder escuchar las risas de unos niños que le llamaban la atención. Se trataba de una sala compuesta por hijos de personas que estaban ocupadas visitando alguna instalación exclusiva para adultos. El abuelo, intrigado, preguntó a los niños cuál era el motivo de su exagerada e intensa risa, estos le contaron que su monitor les había propuesto un juego de imaginación. El juego trataba de inventarse un animal fantástico con distintos animales. Los pequeños le preguntaron si quería jugar, pero tristemente, el hombre les respondió que, al haber perdido la vista hace tanto tiempo, ya ni se acordaba del aspecto de los animales, a lo que los niños respondieron que la imaginación era algo mágico, y que con ella podías inventarte cosas que no son reales en el mundo, pero en tu cabeza cobran vida y sentido. El individuo asintió y dejó que el “área de trabajo” de su cerebro diese frutos.
Pico de cuervo, cuello de jirafa, cuerpo de cebra y cuernos de toro: un animal fantásticamente fantástico, un animal único, con una esencia diferente a los otros animales: podía volar, nadar, hablar…parecía insignificante en el mundo que había creado el anciano, pero era tan importante como los demás. En su mundo las personas eran parecidas a la vida real: crueles, envidiosas, codiciosas, corruptas, personas incapaces de amar verdaderamente e incomprensibles ante desigualdades físicas, psíquicas e incluso financieras. El animal que él creó era como él, discriminado ante la sociedad, simplemente por el hecho de ser diferente a las otras personas. El viejo señor llegó a la conclusión de que, al ser diferente, tenía algo que los demás no podrían tener y era “atención”. Esa atención que envuelve un autobús cuando entra una persona en silla de ruedas. Esa atención que atrapa a todos los espectadores de una calle cuando una persona ciega va caminando con el famoso perro guía. Esa atención que prestan algunos alumnos cuando hay un compañero con diferentes conocimientos escolares.
El animal era diferente, pero no por eso era insignificante. El hombre bautizó a la imaginación como “sexto sentido” porque esta es vital para algunas cosas de esta vida, principalmente para vivir.
Ágata NIcole Mendes 4ºESO